El arte del siglo XX puede verce de dos maneras opuestas. La primera, esta bajo los modelos positivistas del siglo XIX que propusieron divisiones puras y estancas –pintura, escultura, grabado– y que todavía permanecen fuertemente , sobre todo en las instituciones de enseñanza del arte y en el formato de muchos salones o concursos. La otra historia es posible contarla centrando la atención en aquellos artistas que, desde finales del siglo XIX, comienzan a gestar otro modelo: el de los intersticios, la complejidad, las mezclas, las hibridaciones. , durante las primeras décadas del siglo pasado, se destacaron los planteos del artista ruso Alexandre Archipenko y los del alemán Kurt Schwitters –difuminar los límites entre pintura y escultura–, las relaciones entre escultura y arquitectura propias del constructivismo ruso, el diseño en la escuela alemana Bauhaus y cantidades de prácticas de características similares.
Luego, en los sesenta se desató un torbellino de experiencias. Las artes plásticas recibieron a cineastas, músicos, diseñadores, fotógrafos que produjeron todo tipo de obras inclasificables dentro del universo disciplinar.
Por último, las nuevas tecnologías complejizaron aún más el panorama. Por eso, se puede afirmar, a pesar de las resistencias lógicas, que el arte contemporáneo se asienta sobre otros paradigmas.
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